Vino. Blanco, tinto, rosado, espumoso, sin alcohol… pocos son los productos que acumulen tanta variedad y cualidades positivas en su consumo, siempre moderado. Considerado un placer para el paladar, ha servido a lo largo de los siglos como símbolo de convivencia. Qué más podemos pedir a un producto natural que tiene además beneficios para nuestra salud. Sobra decir que cuanto mejor sea la calidad del caldo, mejores serán sus propiedades y beneficios.
Alimento completo donde los haya, es una fuente de energía perfectamente asimilable y llama la atención su asociación con la longevidad al contener gran cantidad de vitaminas como la A, C y B además de aportar hierro, perfecto para quienes padecen anemia. Y si lo que ocurre es que nuestro apetito está poco controlado, el vino es justamente un agente que ayuda a controlar y nivelar esa hambre además de un elemento digestivo, al ser muy rico en vitamina B2, la cual permite eliminar las toxinas y la regeneración del hígado. Es en ese proceso de deglución donde los caldos estimulan la segregación de los jugos gástricos por lo que es ideal para combinar con carnes y pescados facilitando los, en ocasiones, pesados procesos digestivos. Sigue leyendo