Vino. Blanco, tinto, rosado, espumoso, sin alcohol… pocos son los productos que acumulen tanta variedad y cualidades positivas en su consumo, siempre moderado. Considerado un placer para el paladar, ha servido a lo largo de los siglos como símbolo de convivencia. Qué más podemos pedir a un producto natural que tiene además beneficios para nuestra salud. Sobra decir que cuanto mejor sea la calidad del caldo, mejores serán sus propiedades y beneficios.
Alimento completo donde los haya, es una fuente de energía perfectamente asimilable y llama la atención su asociación con la longevidad al contener gran cantidad de vitaminas como la A, C y B además de aportar hierro, perfecto para quienes padecen anemia. Y si lo que ocurre es que nuestro apetito está poco controlado, el vino es justamente un agente que ayuda a controlar y nivelar esa hambre además de un elemento digestivo, al ser muy rico en vitamina B2, la cual permite eliminar las toxinas y la regeneración del hígado. Es en ese proceso de deglución donde los caldos estimulan la segregación de los jugos gástricos por lo que es ideal para combinar con carnes y pescados facilitando los, en ocasiones, pesados procesos digestivos.
Si hablamos de propiedades y beneficios en un nivel más psíquicos el vino es, al igual que el chocolate, un elemento excitante de endorfinas. Son precisamente los tan alabados taninos del vino los responsables de modular la tensión emocional y la ansiedad. Precisamente el vino es considerado por los expertos como un elemento que mantiene el equilibrio entre la mente y los sentimientos. Eso sí, recuerden que su consumo tiene que ser moderado. Los extremos no llevan consigo un éxito mayor.
Un aliado ante las alergias y patologías cardiovasculares
Y ahora que hemos entrado en la primavera y las alergias se disparan a la velocidad que la vegetación se esfuerza en florecer, recuerden que el vino es también un antialérgico al evitar la formación excesiva de histaminas, responsables de los procesos alérgicos. Entre las propiedades de este producto se encuentra su riqueza en manganeso y vitamina B, también antialérgicos.
Desde hace años los médicos recomiendan una copa de vino tinto en las comidas al ser este un aliado del sistema cardiovascular. Son varios los estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud que indican que el consumo moderado y habitual de esta sustancia estimula los índices de la enzima Ald. DH en el hígado y su consumo moderado reduce el riesgo de padecer accidentes cerebrovasculares. Si hablamos de patologías como el cáncer se han detectado factores que apoyan su teoría como agente que reduce el riesgo de contraerlo al contener sustancias que activan la respiración celular.
Lo comentábamos al principio de este artículo, vino blanco, tinto, espumoso, secos, ácidos, cavas, sin alcohol… el abanico es amplio y sus propiedades, como hemos visto, también.